Sueños de
Pandora
Como que estar encerrada nomás no se me da.
Hay una casa linda que siempre volteó a ver cuando voy caminando sin rumbo (por los alrededores de mi casa).
No es que sea una casa maravillosa o que tenga algo que la haga sobresalir de entre las demás. Es simple. Sin magia, ni color, sin sentimentalismos ni recuerdos. Reciente como la pintura que la cubre. Pequeña sí, pero suficiente. Nada lejos de la civilización. Poco original. Dos pisos. Nada por lo cual alguien además de mi habría de mirarla. O quizás si, por el gran letrero que cuelga al frente que dice se vende.
Secretamente cada vez que miro hacia ella, aun sabiendo que no tiene nada de especial, comienzo a divagar en mi vida futura y las cosas que serán y no serán. No me urge independencia. No sueño con huir de casa como antes a mis 15 años, pero es delicioso de repente, después de tanto tiempo ya tirada en la realidad, escaparse por unos instantes a esa parte interna que sueña con cosas que tienden a no ser.
En fin.
Las tardes han sido bellas para caminar, abrazar a alguien, soñar, ir a cenar, o qué se yo.
Amar.
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